Edición 14931 miércoles 23 de enero de 2008
Rotos y perfumados, caifanes y vagos, políticos y artistas, locos y enamorados, siempre estuvieron en “El Nivel”, la primera cantina oficial de México y América Latina, la cual está a punto de desaparecer para darle paso a la cultura.
Parece que no todo está perdido, ante la nostalgia y el asombro de que desaparecería la primera cantina de México, un letrero, una hoja de cuaderno pegada en la cortina con la leyenda: “Cerrado por Remodelación”, alimenta y embriaga la esperanza de que las autoridades de la UNAM, recapaciten y mantengan “El Nivel”.
Sin embargo, dicen los filósofos de la barra y del cubilete; los matemáticos del dominó y los eruditos del albúr, muchos de esos que ahí, a un ladito de Palacio Nacional y Catedral en la esquina de Moneda y Seminario, mitigaron alguna vez sus penas y saciaron su sed, aseguran que esta chulada de cantina debiera permanecer, si no como patrimonio de los borrachos, sí como parte de la historia.
Podría, dicen algunos, ser un museo viviente en Seminario 1: “El Tragote, Museo del Viejo”.
Y es que, en esas casonas y palacios del tiempo de la colonia que ha respetado el tiempo y el terremoto del 85, hoy remodelados, la cantina “El Nivel” no está sola, sino también a unos metros está el edificio que albergó la primera imprenta de América Latina y también la primera universidad de México.
“El Nivel” tiene su registro con la licencia número 1 que se expidió por las autoridades en 1872, durante el gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, quien también fue de los primeros en enterarse de que había un lugar donde se podía gritar, sin que la mujer le pegara a uno.
A unos metros de la cantina “El Nivel”, existen otras páginas del pasado. Está el bello y remodelado edificio colonial donde se instaló la primera imprenta en toda América Latina, hoy es el Museo del Libro, en sus alrededores estuvo también la primera universidad de México.
Otros edificios, viejos vecinos son, además de la Catedral y Palacio Nacional, el “Banco de los Pobres”, el Nacional Monte de Piedad que tiene 218 años; la Librería Porrua, 108 años, amén de otros negocios que con el tiempo fueron habilitados como hoteles, restaurantes, sastrerías, librerías, armerías, imprentas y más recientemente, comercios donde se vende todo tipo de artículos religiosos.
Se asegura que entre los miles y miles de clientes que por ahí pasaron a calmar la sed, o por qué no, a orinar, a curársela o comer los alimentos de la cantina que tenían su fama, estuvieron presidentes de México, políticos, entre otros, Luis Donaldo Colosio, en otra época, también ahí dejó propina el comandante Fidel Castro Ruz al brindar con el Ché Guevara.
Ojalá que las autoridades universitarias, dueñas del inmueble, entiendan que las cantinas, también son cultura.
Fuente:
Diario de Mexico
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